Viviendo junto al mar en Can Pastilla.

Nicolás, un anciano de origen búlgaro, afirma ser dueño de discotecas y apartamentos en la zona de Can Pastilla. Si realmente fuera dueño de apartamentos, viviría en uno de ellos. En cambio, vive en una choza improvisada hecha con tablones. Tiene vistas al mar, pero no se trata de una “propiedad” con ventaja de vistas al mar para ser promocionada por una agencia inmobiliaria.

“Solo quiero vivir en paz, no molesto a nadie, soy feliz aquí”, dice. Pero no todos están contentos de que esté allí. Algunas de sus pertenencias fueron incendiadas hace unos días. Sin embargo, hay negocios locales que se preocupan por él. “No pide cosas, no molesta a nadie y es una persona mayor. Es una lástima que haya terminado así”, dice un propietario.

Su choza, pegada a la barrera entre los locales en la planta baja de un complejo residencial, tiene objetos de todo tipo. Botellas, sillas, mesas, una camilla de masajes, una jaula, juguetes, muebles. Hay pinturas que muestra con orgullo. “Vivo aquí, con mis pinturas y mis cosas. No quiero que nadie toque nada, quiero tranquilidad”. La recibe de comerciantes que lo visitan a diario. Este comerciante señala que los servicios sociales no han pasado por allí.

“Es mayor. Algo podría pasarle en cualquier momento. No puede quedarse aquí. Es peligroso para él, y no es un lugar adecuado para una persona de su edad”, dice un residente.

Por ahora, sin embargo, tiene sus vistas al mar. Ciclistas y otros turistas de temporada baja pasan por allí. Pronto comenzará la temporada en pleno apogeo, cuando la tranquilidad pueda resultar más difícil.

LEAR  PIOC exige reparaciones a la peligrosa carretera de acceso por el IES Playa Flamenca.