Una nueva perspectiva sobre el suicidio: Es más que solo depresión.

Cada 11 minutos, alguien en los Estados Unidos muere por suicidio. La desolación de perder a alguien de esta manera es profunda, y a menudo, aquellos que quedan atrás se quedan preguntando: ¿Cómo sucedió esto sin ninguna advertencia?

Históricamente, la suicidabilidad ha sido etiquetada como un síntoma de otros problemas de salud mental, especialmente la depresión. Durante mi entrenamiento médico, nos enseñaron que si un paciente expresaba pensamientos suicidas, deberíamos tratar su depresión. Arreglar la enfermedad mental, y la suicidabilidad desaparecería. Pero el tiempo ha demostrado que esto no siempre funciona.

La verdad es que muchos pacientes que luchan con la depresión nunca consideran el suicidio, mientras que más de la mitad de los que se quitan la vida nunca han sido diagnosticados con una condición de salud mental. Esta desconexión nos dice algo importante: el suicidio no es solo un síntoma de depresión. Si realmente queremos prevenir el suicidio, tenemos que entenderlo como algo separado y único.

Como una de las principales causas de muerte en Estados Unidos, esta comprensión debe llegar rápidamente. El suicidio se cobra demasiadas vidas, a menudo sin previo aviso. Pero aquellos más cercanos al borde parecen estar más lejos de lo que no son, no porque lo estén, sino porque hemos estado mirando a través del lente equivocado.

El suicidio no es solo la depresión disfrazada

El comportamiento suicida proviene de una mezcla compleja de factores, desde biológicos hasta neurológicos y desencadenantes situacionales. Para muchos, no se trata de depresión; se trata de un dolor psicológico insoportable. Sentimientos de vergüenza, miedo, soledad, culpa y desesperanza pueden pesar tanto en una persona que el suicidio comienza a sentirse como la única salida. A veces, es simplemente la confluencia de varios eventos negativos a la vez, como la pérdida de una relación y un trabajo que lleva a un breve período de desesperanza.

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Curiosamente, los datos de la Línea de Texto de Crisis revelan que las personas en riesgo de suicidio son más propensas a usar palabras como ‘ibuprofeno’ y ‘800 mg’ que palabras como ‘triste’ o ‘deprimido’ al buscar ayuda. Es un recordatorio de que la desesperanza, la creencia de que no hay salida de un problema, puede ser un indicador más confiable del riesgo de suicidio que cualquier etiqueta de salud mental.

La ciencia del suicidio: Lo que estamos aprendiendo

A medida que nuestra comprensión del suicidio se profundiza, comenzamos a ver que también tiene raíces biológicas. Un estudio de más de 29,000 individuos que intentaron suicidarse descubrió un vínculo genético, sugiriendo una predisposición a la suicidabilidad. Este vínculo genético se superpone con otros problemas como trastornos del sueño, dolor crónico y abuso de sustancias, que a menudo coocurren con la suicidabilidad, incluso sin la presencia de depresión.

Además de la genética, también hay cambios físicos en el cerebro que estamos empezando a comprender mejor. Las personas que mueren por suicidio a menudo muestran diferencias en la corteza prefrontal, el área responsable de la toma de decisiones, así como niveles más bajos de serotonina, que regula el estado de ánimo. Vemos estos cambios cerebrales independientemente de si el individuo alguna vez fue diagnosticado con una enfermedad mental, enfatizando que el suicidio debe ser visto como una condición distinta por sí misma.

El sistema de salud está perdiendo oportunidades clave

A pesar de todo lo que hemos descubierto sobre las complejidades del suicidio, el sistema de salud aún no está completamente equipado para manejarlo. Casi la mitad de las personas que mueren por suicidio han visitado a un médico dentro del último mes de su vida, y aún así su riesgo no fue señalado. A menudo, estos pacientes no presentan síntomas evidentes de salud mental, por lo que los signos de advertencia críticos se pasan por alto.

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Peor aún, la mayoría de los profesionales de la salud mental no están explícitamente capacitados en la evaluación o tratamiento del riesgo de suicidio. Y cuando los pacientes son hospitalizados por suicidabilidad, su riesgo a menudo aumenta después del alta: la investigación muestra que la posibilidad de suicidio aumenta en un 400% inmediatamente después de una hospitalización psiquiátrica. Desafortunadamente, muchas personas son liberadas en comunidades no preparadas para apoyarlas durante este período crítico.

Nuestras prácticas de diagnóstico también son insuficientes. La detección del riesgo de suicidio generalmente se centra en pensamientos suicidas explícitos, pero ¿qué pasa con los sentimientos más profundos de desesperanza o los factores genéticos y neurológicos que no son tan obvios? Necesitamos un enfoque más amplio y matizado.

Prevención del suicidio: Lo que necesita cambiar

Para marcar realmente la diferencia, debemos comenzar asegurando que los proveedores de atención médica estén mejor capacitados en la prevención del suicidio. En este momento, solo nueve estados requieren capacitación específica sobre el suicidio para los médicos. Ampliar esa formación a nivel nacional es fundamental. Y necesitamos más que solo habilidades de identificación de riesgos; los proveedores de atención médica deben estar capacitados para tratar la suicidabilidad como una condición por sí misma.

Además, ya hay evidencia de que los programas especializados de prevención del suicidio pueden reducir drásticamente los intentos y las muertes. Las vías de atención clínicamente validadas pueden reducir los intentos de suicidio en comparación con los tratamientos estándar. Este es un gran paso en la dirección correcta, y subraya la necesidad de atención específica para el suicidio, al igual que alguien con una afección cardíaca sería remitido a un cardiólogo, alguien en riesgo de suicidio debería ser atendido por un profesional capacitado específicamente en el manejo de la suicidabilidad.

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Finalmente, debemos cambiar la forma en que vemos la prevención del suicidio. No se trata solo de abordar la depresión o la ansiedad, se trata de interpretar la gama completa de factores, desde la biología hasta las circunstancias de la vida, que pueden empujar a alguien al límite. Se trata de crear un sistema donde aquellos en riesgo se sientan vistos, escuchados y apoyados de manera adaptada a sus experiencias únicas. Al adoptar este enfoque más completo, empático e investigativo, podemos comenzar a cambiar los resultados para innumerables individuos y sus familias. El momento de actuar es ahora, y las vidas que podríamos salvar valen cada esfuerzo para cambiar nuestra perspectiva.