Las opiniones expresadas por los contribuyentes empresariales son propias. Durante gran parte de mi vida adulta, he vivido en dos mundos. En un mundo, yo era el CEO: ejecutando estrategias complejas, Hacer crecer una empresa, Coaching Leaders y hablando en etapas globales sobre cómo progresar con menos drama. En el otro mundo, era alguien que parecía no poder resolver uno de los desafíos personales más básicos: manejar mi peso. Desde mis 30 años, he luchado con mi vitalidad. Perdería algunas libras y luego las recuperaría. Comencé una dieta, la abandoné. Me uní a un gimnasio, dejé de ir. Y cada vez, me decía que estaba demasiado ocupado dirigiendo una empresa para concentrarme en mí mismo. Pero un día, tuve una conversación que cambió todo. Un amigo, también un CEO, me hizo una pregunta simple: “¿Por qué no tratas tu vitalidad como tu negocio?” Eso me golpeó duro. Porque la verdad es que tenía el conocimiento y las herramientas. Entreno a los líderes todos los días sobre cómo ejecutar y progresar utilizando metodologías ágiles y ejecución disciplinada. Ayudo a las empresas pasar del caos a la claridad. Sé cómo crear sistemas sostenibles y crear responsabilidad. ¿Qué pasa si dejé de separar lo personal y profesional? ¿Qué pasa si apliqué las mismas disciplinas que uso en los negocios para mi propia vitalidad? Ese se convirtió en el comienzo de mi transformación. Ejecución comercial, resultados personales Hay un dicho popular en nuestro mundo: “Las ideas son fáciles: la ejecución lo es todo”. En los negocios, la ejecución es donde vive el crecimiento o muere. A lo largo de los años, he visto a las empresas explotar o implosionar en función de qué tan bien siguen tres disciplinas centrales de ejecución: Claridad de prioridades y objetivos, Visibilidad a través de un tablero, Ritmo a través de registros regulares. Cuando finalmente me comprometí con mi vitalidad, decidí poner en acción estos mismos tres principios. Establezca un objetivo claro y específico En los negocios, enseñamos a los líderes que la claridad supera la inteligencia. No puedes simplemente decir: “Quiero crecer”. Tienes que precisar cuánto, por cuándo y por qué importa. Solo entonces la ejecución tiene significado. Durante años, me dije, “Quiero perder peso”. Pero eso es como un CEO que dice: “Queremos aumentar los ingresos”. Vago, seguro, sin compromiso. Entonces, lo cambié. Establecí un objetivo claro: Quiero perder 10 kilos en 90 días. No solo para sentirme mejor, sino para sentirme más ágil, dormir mejor y tener la energía para liderar, hablar, correr y servir a mi comunidad. Una vez que hice ese cambio, todo se volvió más claro. Tenía una dirección, un objetivo y un plazo límite. Lo más importante, tenía algo en qué podía comprometerme. Cree un tablero para rastrear el progreso Una de las principales razones por las que las empresas se desvían del curso es la falta de visibilidad en tiempo real. Sin datos, las decisiones se basan en supuestos y sentimientos, no en hechos. Es por eso que los tableros son tan importantes. Dicen la verdad. Entonces, construí un tablero personal. No era elegante, era solo una hoja de cálculo al principio, pero rastreó las métricas que importaban: peso, entrenamientos, comidas, sueño y niveles de energía. Lo miré semanalmente, como lo haría para un informe comercial. Algunas semanas, gané peso, y algunos días, perdí entrenamientos. Pero en lugar de castigarme, revisé el tablero como lo haría un CEO: ¿Qué cambió? ¿Qué está funcionando? ¿Qué necesito ajustar? Los datos eliminaron el drama. No necesitaba sentirme frustrado, necesitaba ser clave. Ese cambio en la mentalidad me ayudó a mantenerme consistente y enfocado. Establecer un ritmo de reunión Cada empresa sana tiene un ritmo de reunión. Reuniones diarias, registros semanales, revisiones mensuales de logística. Estas reuniones crean conexión, responsabilidad e impulso. ¿Por qué no haría lo mismo por mi vitalidad? Entonces lo hice. Agregué estructura a lo que solía ser el caos. Establecí registros semanales conmigo mismo. Todos los domingos, revisaba mi progreso, identificaba patrones y planeaba la semana que viene. También involucré a otros: mi esposa ayudó a planificar comidas y actividades, y me reuní regularmente con un monitor de vitalidad para la responsabilidad. Este ritmo le dio a mi vida personal la misma cadencia de la que siempre he dependido profesionalmente. Me mantuvo en tierra. Y lo más importante, hizo que el proceso se sintiera manejable. Los resultados y la verdadera lección Perdí el peso. Pero más que eso, recuperé una sensación de control. Mi energía mejoró y mi sueño se volvió más reparador. Me presenté con más presencia en las reuniones, en el escenario y en casa. Empecé a apreciar que estaba escalando a mí mismo no solo mi negocio. Esa es la verdadera lección aquí: la ejecución no es solo una estrategia comercial, es una estrategia de vida. A menudo compartimentamos lo que aprendemos. Separamos nuestros roles (líder, socio, padre, amigo), como si las herramientas que usamos en un ámbito no pudieran beneficiar a los demás. Pero la verdad es que las mejores estrategias comerciales son estrategias profundamente humanas. Funcionan porque crean claridad, estructura y compromiso, cosas que todos necesitamos en cada ámbito de la vida. Al final, este viaje me enseñó algo más que la pérdida de peso, se trataba de integridad. Para liderar a los demás, primero debemos liderarnos a nosotros mismos. Para progresar una empresa sin perder la mente o su vitalidad, debes alinear todo tu ser. Eso significa aplicar la misma mente, disciplina y cuidado a tu vida personal que haces en tu negocio. Las herramientas ya están en tus manos. Tienes que elegir usarlas en todas partes. Ya sea que estés construyendo una empresa o una versión más saludable de ti mismo, el camino es el mismo: objetivos claros, progreso visible y ejecución disciplinada. Así es como se escala con menos drama, y más impacto.
