A la nueva generación de inversionistas súper ricos del fútbol —billonarios amantes del riesgo, fondos de cobertura estadounidenses, estados del golfo ricos— les atraía la apelación de un nuevo modelo de propiedad de equipos por su estrategia simple. Al adquirir no solo un equipo, sino múltiples escuadras y cientos de jugadores en extensas redes multiclub, estos nuevos propietarios ricos creían que podían aprovechar la eficiencia, las mejores prácticas y el volumen para lograr éxito en el campo de juego. Red Bull, el fabricante de bebidas energéticas, fue pionero en el modelo. Manchester City, el campeón inglés financiado por la riqueza de los Emiratos Árabes Unidos, lo amplió a través de su City Football Group. Jim Ratcliffe, el presidente del gigante químico INEOS, lo llevó al Manchester United cuando adquirió una participación importante en el club el año pasado. Sin embargo, una de las mayores atracciones de la propiedad multiclub ahora se ha enfrentado a un desafío significativo: el organismo rector del fútbol europeo está cambiando las reglas.