La enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA) ocurre cuando se acumula grasa en el hígado sin un uso excesivo de alcohol. En los Estados Unidos, la EHGNA es particularmente prevalente entre los adultos mayores. Inicialmente, es posible que no notes ningún síntoma, pero a medida que avanza la EHGNA, conducirá a la inflamación del hígado, cicatrización e incluso insuficiencia hepática. Si no se trata, la EHGNA puede avanzar a condiciones hepáticas más graves como la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), cirrosis y cáncer de hígado.
Un estudio publicado en BMC Gastroenterology1 encontró que el 40.3% de las personas de 60 a 74 años y el 39.2% de los mayores de 74 años tienen EHGNA. Para aquellos entre 60 y 74 años, la EHGNA está relacionada con un 60% más de riesgo de mortalidad por todas las causas en cinco años y un 22% más de riesgo en diez años.
La mortalidad cardiovascular también se duplica en este grupo de edad en un período de cinco años. Sin embargo, estos riesgos aumentados no se observan en aquellos mayores de 74 años, lo que indica que el impacto de la enfermedad podría disminuir con la edad avanzada.
En 2023, el término EHGNA fue reemplazado por DEMAG (enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica) para resaltar de manera más precisa su causa raíz: la disfunción metabólica.2 La investigación en curso continúa ampliando nuestra comprensión de esta condición, revelando ahora dos formas distintas: una específica del hígado y otra con efectos sistémicos.
De EHGNA a DEMAG — ¿Qué ha cambiado?
Mientras que la EHGNA se definía por la ausencia de daño hepático relacionado con el alcohol, la DEMAG enfatiza el papel de factores metabólicos comunes, como la obesidad, la diabetes tipo 2 y el síndrome metabólico, en la acumulación de grasa y la inflamación hepática. La DEMAG también introduce un marco diagnóstico más preciso. A diferencia de la EHGNA, que excluía principalmente otras causas de enfermedad hepática, la DEMAG requiere evidencia de disfunción metabólica junto con la acumulación de grasa en el hígado.3
La DEMAG se desarrolla a partir de una combinación de factores genéticos, metabólicos y de estilo de vida. La predisposición genética influye significativamente en cómo tu cuerpo procesa grasas y azúcares, mientras que la resistencia a la insulina, un sello distintivo del síndrome metabólico, empeora este proceso al afectar la capacidad del hígado para manejar la glucosa y las grasas y promover el almacenamiento de grasa.
A medida que el hígado se sobrecarga de grasa, se desencadena la inflamación, lo que lleva al daño de las células hepáticas. Los factores contribuyentes también incluyen una dieta deficiente, falta de actividad física y ciertos medicamentos que aumentan la acumulación de grasa en el hígado. Diagnosticar la DEMAG presenta desafíos únicos, especialmente en sus etapas iniciales cuando los síntomas son sutiles o están ausentes.
Aunque las biopsias hepáticas siguen siendo el estándar de oro para el diagnóstico, su naturaleza invasiva limita su uso generalizado. Las pruebas no invasivas, como la imagen y los análisis de sangre, ayudan a identificar la grasa en el hígado pero a menudo no logran distinguir entre la esteatosis simple y formas más graves como la EHNA. La falta de biomarcadores precisos y la superposición de síntomas con otras enfermedades hepáticas complican aún más el diagnóstico.
Nuevas perspectivas sobre la DEMAG revelan tipos de enfermedades distintos
Un estudio reciente publicado en Nature Medicine4 descubrió las bases genéticas de la DEMAG y diferenció sus diversas formas. Al analizar datos genéticos de una gran cohorte de 36,394 individuos y validar los hallazgos en cuatro grupos adicionales de 3,903 participantes, los investigadores identificaron marcadores genéticos que brindan información sobre por qué la DEMAG se manifiesta de manera diferente entre los individuos.
Uno de los hallazgos más significativos fue la identificación de 27 nuevos loci genéticos relacionados con la DEMAG. Estas ubicaciones específicas en el genoma influyen en el desarrollo y progresión de la enfermedad al afectar cómo las células hepáticas procesan y almacenan grasas. Utilizando puntuaciones de riesgo poligénico, que agregan los efectos de múltiples variantes genéticas, los investigadores identificaron dos tipos distintos de DEMAG.
El primer tipo se limita al hígado, lo que lleva a una enfermedad hepática más agresiva. El segundo es sistémico, lo que significa que afecta a múltiples órganos y aumenta significativamente el riesgo de problemas cardiometabólicos, incluida la insuficiencia cardíaca. Esta distinción es importante porque implica que las estrategias de tratamiento y manejo deben adaptarse al tipo específico de DEMAG que tiene un paciente, en lugar de tratar la condición como una sola enfermedad.
Otro conocimiento clave es la fuerte conexión entre la distribución de grasa corporal y la salud del hígado. Se descubrió que la grasa visceral, que se almacena alrededor de los órganos, era el predictor más fuerte del contenido de triglicéridos e inflamación del hígado. Otras medidas como el índice de masa corporal (IMC) y la relación cintura-cadera, que son indicadores de la distribución general de grasa, también estaban relacionadas con la salud del hígado, aunque tenían menos impacto que la grasa visceral en la predicción del daño hepático.5
A nivel genético, los investigadores encontraron que ciertas variantes genéticas aumentan la grasa en el hígado al interferir en cómo las células hepáticas manejan y secretan lípidos. Específicamente, algunos genes que afectan la secreción de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) causan que los triglicéridos se acumulen en el hígado, aumentando el riesgo de condiciones relacionadas con el hígado.
Paradójicamente, esta retención de triglicéridos reduce los niveles de lipoproteínas circulantes en la sangre, lo que parece reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV), como la hipertensión o la insuficiencia cardíaca. Esto sugiere que la relación entre la DEMAG y las enfermedades cardíacas es más compleja de lo que se pensaba anteriormente.6
El estudio7 también reveló que la puntuación de riesgo poligénico discordante, que se centra en variantes genéticas específicas del hígado como PNPLA3 y TM6SF2, explicaba una parte más grande de la variabilidad genética en la DEMAG en comparación con la puntuación concordante, que refleja genes que afectan tanto la salud hepática como la sistémica. Esto destaca el papel de los factores genéticos específicos del hígado en el desarrollo de la DEMAG.
Ambas puntuaciones de riesgo también estaban asociadas con un mayor riesgo de DEMAG y complicaciones graves como el carcinoma hepatocelular, un tipo de cáncer de hígado, aunque la asociación era más fuerte para la puntuación discordante. Curiosamente, la puntuación de riesgo poligénico discordante estaba relacionada con un menor riesgo de ECV, mientras que la puntuación concordante mostraba una fuerte asociación con un mayor riesgo de ECV e insuficiencia cardíaca.
Comprender estas vías es esencial para desarrollar terapias dirigidas, mejorando finalmente los resultados y reduciendo la carga de esta condición compleja. Por ejemplo, los tratamientos que mejoran la secreción de VLDL mitigan la DEMAG específica del hígado sin afectar el riesgo cardiovascular. Por otro lado, las intervenciones dirigidas a regular el metabolismo lipídico sistémico abordan los riesgos cardiometabólicos más amplios asociados con la otra forma de DEMAG.8
Distinguir entre esteatosis simple y EHNA
Un estudio publicado en Current Hepatology Reports9 proporciona un contexto importante para la progresión de la DEMAG. Los investigadores examinaron dos subtipos principales de lo que entonces se clasificaba como EHGNA: esteatosis simple y esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), ahora conocida como esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica (MASH).
Aunque este estudio es anterior a la reclasificación, sentó bases importantes al determinar las diferencias entre estas dos condiciones en términos de fisiopatología, manejo y resultados a largo plazo.
Los investigadores encontraron que la esteatosis simple, definida como acumulación de grasa en el hígado sin inflamación o cicatrización, es en su mayoría benigna y no impacta significativamente la supervivencia. La mayoría de las personas con esteatosis mantienen una vida normal, ya que el exceso de grasa por sí solo no causa daño al hígado.
Por el contrario, la EHNA es una condición más severa que implica inflamación y cicatrización del hígado (fibrosis), aumentando el riesgo de cirrosis, insuficiencia hepática y cáncer de hígado. La EHNA se ha convertido en una de las principales causas de trasplantes de hígado en los Estados Unidos, mientras que la esteatosis simple rara vez requiere intervenciones tan drásticas. El estudio también encontró una fuerte relación entre la EHNA y el síndrome metabólico, señalando que las personas con obesidad, diabetes tipo 2 o altos triglicéridos tienen un mayor riesgo.
Distinguir entre la esteatosis simple y la EHNA es esencial para un manejo efectivo y la mejora de los resultados a largo plazo. “A medida que la prevalencia de la EHGNA continúa aumentando, se necesita más investigación para desarrollar enfoques de diagnóstico no invasivos y algoritmos de manejo”, concluyeron los investigadores.10
Estrategias útiles para abordar la DEMAG en su raíz
Adoptar hábitos saludables de estilo de vida y dieta para abordar las causas subyacentes de la disfunción metabólica no solo apoya la función óptima del hígado y reduce tu riesgo de DEMAG, sino que también promueve la salud y vitalidad a largo plazo. Aquí tienes algunas estrategias clave que recomiendo:
1. Elimina las grasas dañinas de tu dieta — Elimina todos los aceites vegetales, incluidos los de canola, soja, maíz y girasol, de tu dieta, ya que alteran la función mitocondrial y promueven la inflamación. En su lugar, utiliza grasas más saludables como la manteca de res alimentada con pasto, la mantequilla o la mantequilla clarificada. Minimiza incluso los aceites “saludables” como el aceite de oliva, ya que su contenido de grasa monoinsaturada también afecta la función metabólica cuando se consume en exceso.
2. Optimiza tu ingesta de carbohidratos — Apunta a un mínimo de 200 a 250 gramos de carbohidratos dirigidos diariamente, ajustándolos hacia arriba si eres muy activo, según tu microbioma. Comienza con jugo de fruta con pulpa y fruta entera, ya que estos apoyan la curación intestinal con fibra y azúcares naturales.
Transición a jugo sin pulpa solo después de que tu digestión haya mejorado, sorbiéndolo lentamente para evitar el estrés metabólico, similar al agua de dextrosa para la salud intestinal gravemente comprometida. A medida que tu digestión se fortalezca, introduce gradualmente carbohidratos complejos y almidones para mantener una energía equilibrada y apoyar la función metabólica.
3. Equilibra tus fuentes de proteínas — Asegúrate de que un tercio de tu ingesta diaria de proteínas consista en colágeno, apuntando a aproximadamente 0.8 gramos de proteína por libra de masa corporal magra, lo que debería representar aproximadamente el 15% de tu ingesta calórica total. Elige carnes de rumiantes alimentadas con pasto sobre el pollo o cerdo convencionales para reducir la exposición al ácido linoleico (LA) dañino y apoyar la salud metabólica óptima.
4. Prioriza los alimentos ricos en colina — La colina es importante para mover la grasa fuera del hígado y reducir el riesgo de enfermedad del hígado graso. Aumenta tu consumo de alimentos como las yemas de huevo orgánico de gallinas criadas en pastoreo, hígado de res alimentado con pasto y rúcula para aumentar tu ingesta de este nutriente.
5. Concéntrate en comer alimentos enteros y ricos en nutrientes — Elimina los alimentos ultraprocesados, incluidos los alimentos rápidos, de tu dieta, ya que están cargados de carbohidratos refinados, aceites vegetales, conservantes y otros ingredientes dañinos que abruman tu hígado y contribuyen a la disfunción. En su lugar, reemplázalos con alimentos enteros, mínimamente procesados y ricos en nutrientes para estabilizar tu azúcar en la sangre, reducir la inflamación y disminuir la carga sobre tu hígado.
6. Mantén un peso saludable — El ejercicio regular es esencial para aumentar el metabolismo y apoyar un peso saludable. Si tienes sobrepeso, perder entre el 7% y el 10% de tu peso corporal ayuda a mejorar la EHGNA, incluida la reducción del contenido de grasa en el hígado, la inflamación hepática y la fibrosis.11
7. Considera tomar suplementos que apoyen tu hígado — Apoyar tu hígado con nutrientes específicos no solo protege contra el daño, sino que también mejora su capacidad para desintoxicar y regenerarse. La vitamina B12 y el folato trabajan juntos para reducir la inflamación y prevenir la fibrosis manteniendo los niveles de homocisteína bajo control.12
Para proteger y desintoxicar aún más el hígado, la n-acetilcisteína (NAC) aumenta la producción de glutatión, un poderoso antioxidante que neutraliza toxinas y reduce el estrés oxidativo.13
Además de los antioxidantes, los suplementos como el cardo mariano y el CoQ10 ofrecen beneficios únicos. Los compuestos activos en el cardo mariano, la silimarina y la silibina, actúan como escudos contra toxinas dañinas al tiempo que promueven la reparación y regeneración de células hepáticas dañadas.14 Mientras tanto, el CoQ10 juega un papel en apoyar la salud mitocondrial, asegurando que tu hígado tenga la energía que necesita para funcionar de manera eficiente mientras reduce la inflamación y el daño oxidativo.15
El magnesio es otro nutriente importante para la salud del hígado, especialmente en su papel en la producción de energía celular. Para determinar tu dosis ideal, toma primero citrato de magnesio, aumentando gradualmente tu dosis hasta que experimentes heces blandas, luego redúcela ligeramente — esa es tu dosis ideal. Después, haz la transición a treonato de magnesio, que no causa heces blandas como el citrato de magnesio.