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Uno de los momentos más sorprendentes en el esfuerzo de Wild Pink en 2022, ILYSM, fue ‘Sucking on the Birdshot’, su avalancha de guitarras lodosas y distorsionadas sonando aún más disonantes en un disco de profunda ternura e intimidad. El líder John Ross terminó de escribir el álbum después de ser diagnosticado con cáncer, y después de haberse recuperado, el enfoque de sus canciones parece estar en “seguir adelante”, como canta en la canción principal de su seguimiento, “como el viento frío sopla/ Como un tren en la nieve”. No debería sorprender entonces que un punto de referencia experimental en ILYSM termine informando el modo principal de Dulling the Horns, al menos en lo que respecta a las guitarras, que suenan notablemente distorsionadas, masivas y crujientes. (Ross menciona The Green Album de Weezer como punto de referencia para él y Justin Pizzoferrato, quien produjo el LP. Alex Farrar, colaborador de Wednesday/Indigo De Souza/Hotline TNT, quien lo mezcló, ciertamente sabe cómo hacer que el fuzz suene bien también). Hay un elemento de esfuerzo, de avanzar a través del mal tiempo, en la forma en que una guitarra barítono arrastra las canciones hacia adelante; Ross las hace brillar de todas formas.
Es esta lucha por avanzar, por capturar la luz, lo que marca Dulling the Horns en lugar de estar resueltamente “al otro lado de todo”, como dice una bio de prensa. “Siempre estoy buscando”, declara Ross en la apertura, ‘The Fences of Stonehenge’, aferrándose a un sentido de esperanza mientras suena agotado por los lugares comunes del rock: “La luz proviene de un millón de millas de distancia/ Y obtenemos un poco cada día”. La perspectiva lírica de Ross en la canción principal comienza románticamente, observando la lenta dispersión de la luna por el horizonte, antes de finalmente y cómicamente desesperar, “¿Cómo puede ser/ Realmente no hay nada en medio/ Esa gran luna y yo?” A pesar de la nitidez de la producción, está en un estado perpetuo de confusión y agotamiento, pasando por mañanas nebulosas y noches interminables “porque”, concluye en el visceral ‘Cloud or Mountain’, “despertar es cómo se cuela el problema”. Expone el patrón nuevamente en la canción principal: “Te duermes cuando ni siquiera estabas cansado/ Dormiste demasiado y ahora estás enérgico/ Tuviste demasiado cuando justo lo suficiente/ Es un acto de desafío”.
Ross es perfectamente consciente de cómo este cansancio puede filtrarse en la música, reconociendo que ahora proviene de un lugar diferente que cuando “una canción venía libre con cada nuevo instrumento”. Sónicamente, incluso más allá de las guitarras, apenas retrocede, continuando su racha de álbumes que suenan inmensos y exuberantes, con contribuciones maravillosamente soñadoras de Adam Schatz en saxofón, Mike ‘slo mo’ Brenner en pedal steel, y David Moore en piano. Pero la instrumentación adicional no se trata solo de agregar belleza, ya sea reflejando el caos borroso al final de ‘Disintegrate’ o las verdades enredadas de ‘Sprinter Brain’. Cuando Ross parece cansarse de una idea de canción en particular, no tiene el impulso de diluirla o ampliarla, sino que cose otra: cuando se queda sin palabras en ‘The Fences of Stonehenge’, abre la canción con un riff que apenas dura unos segundos pero sigue siendo uno de los más memorables del disco. La pista final, ‘Rung Cold’, gira por varias ideas antes de aterrizar en la que deja el mayor impacto.
Evoca la línea que cierra la pista de apertura: “Hizo una vida de un desvío”. De manera similar pero más irónica, el penúltimo ‘Bonnie One’, que describe literalmente un sueño que Ross tuvo sobre su amigo Ryley (presumiblemente Walker, que contribuyó a ILYSM), hace referencia a una letra de ‘Eating the Egg Whole’: “A veces un sueño no está destinado a vivirse, está destinado a ser olvidado”. (‘Bonnie One’, que dura menos de dos minutos, podría ser fácilmente olvidado si no fuera por el alegre violín de Libby Weitnauer). Dulling the Horns no es Ross emergiendo de la adversidad con un sentido de claridad, pero es en este espacio deshilachado, desganado e inquieto que logra ser a la vez áspero y juguetón, permitiéndose incluir una canción completa sobre la historia de Drácula (y una de las más divertidas que escucharás sobre el tema). Y la relativa falta de rumbo del álbum no le impide centrarse en algo conmovedor, como cuando supone, “Debe haber una palabra alemana muy larga/ Para cuando has destruido algo bueno/ Algo que solías amar/ Pero tuviste que dejar ir”. Dulling the Horns lleva el peso de la destrucción, pero también es el sonido de dejar ir.
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