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Supongo que lamentar el hecho de que el destino turístico más popular de Europa esté sufriendo actualmente algo así como una ola de calor en verano no va a causar demasiada consternación fuera de las personas que viven en la isla. Sin embargo, para aquellos cuya responsabilidad es proporcionar agua para su uso en la isla, parece que lo ‘impensable’, como el racionamiento de agua, se ha convertido (o está a punto de serlo…) en una realidad. Con el municipio de Puigpunyent siendo la primera autoridad en introducir un racionamiento de agua vigorosamente estructurado, la mayoría de los observadores entienden que serán solo los primeros en moverse en esta dirección para tratar de controlar el consumo de agua en medio de la sequía actual.
Sin duda habrá quienes critiquen esta medida, pero con el agua siendo un recurso humano básico pero finito, la introducción de la propuesta de prohibición de consumo de 11 a.m. a 11 p.m. tiene sentido, aunque solo si se monitorea adecuadamente. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que la falta básica de agua combinada con un gran aumento en el número de turistas siempre iba a necesitar un plan bien pensado y financiado para abordar este problema, que si los científicos ambientales tienen razón, no va a desaparecer pronto.
De hecho, cuando la falta básica de agua está en el centro del problema, no sorprende que el llenado de piscinas privadas y otras instalaciones de ocio, ya sean deportivas o relacionadas con el turismo, esté bajo presión para actuar de manera responsable. La única reflexión que me gustaría dejarles es que las autoridades utilicen sus poderes con prudencia y sean directas y equitativas cuando se trata de aplicar cualquier medida contra la sequía. Porque aunque sospecho que el público mallorquín es muy consciente de la situación actual, las autoridades deben asegurarse de que todos sean tratados de manera igualitaria cuando se trata de combatir lo que se ha convertido en un problema a largo plazo para todos los habitantes de la isla.
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