Durante las últimas dos décadas, países como Turquía, Hungría, Venezuela e India dieron al mundo una lección sobre cómo la democracia puede erosionarse en un “autoritarismo competitivo”, un sistema en el que las elecciones siguen siendo significativas, pero los líderes manipulan las reglas en su propio beneficio, mientras violan sistemáticamente las libertades civiles.
Ahora, estamos empezando a descubrir qué sucede cuando incluso la democracia parcial se convierte en una amenaza significativa para los autoritarios.
El último ejemplo proviene de Turquía, donde las protestas están estallando en todo el país después del arresto de Ekrem Imamoglu, el alcalde de Estambul y el político opositor más prominente del país. El gobierno lo acusó de aceptar sobornos, amañar licitaciones y abusar de los datos personales de los ciudadanos; él ha negado los cargos. (La Universidad de Estambul también revocó su diploma; tener un título universitario es un requisito para los candidatos presidenciales turcos.)
La creciente popularidad de Imamoglu lo había convertido en un competidor importante en las próximas elecciones presidenciales de Turquía, y fue encarcelado mientras espera su juicio el día de la primaria presidencial de su partido. Su arresto, según los expertos, envió un mensaje claro de que el presidente Recep Tayyip Erdogan ya no está dispuesto a dar a la oposición una verdadera oportunidad de ganar elecciones.
Erdogan parece haber reconocido que, incluso si manipula el sistema, es posible que no pueda vencer a Imamoglu, dijo Lisel Hintz, una científica política de la Universidad Johns Hopkins que estudia la política turca.
“Así que este movimiento es un movimiento anticipatorio, intentando sacar del campo de juego a la única persona que podría desafiar a Erdogan”, dijo. “Realmente es un claro cambio de lo que llamaríamos autoritarismo competitivo a autoritarismo completo.”