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Imagínate estar de pie en agua de inundación hasta la cintura, sosteniendo a tu mascota familiar sobre tu cabeza, mientras alguien cercano insiste: “El cambio climático no es real”. A pesar de incendios, inundaciones y olas de calor récord, algunos aún afirman que todo es un “ciclo natural” o, prepárate, un “complot del gobierno”. Hay que admirar su persistencia. Por cada científico con décadas de datos, hay un negacionista armado con memes de internet y la creencia inquebrantable de que saben más.
Toma las recientes inundaciones catastróficas en Valencia, España, causadas por una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos). Si has estado viviendo bajo una roca esta última semana, es posible que no sepas que este fenómeno meteorológico, exacerbado por aguas mediterráneas inusualmente cálidas, desató un año entero de lluvias en apenas horas, provocando más de 200 muertes. Las calles se convirtieron en ríos, hogares fueron tragados y comunidades quedaron devastadas, todo en el transcurso de un día.
Negar el cambio climático no solo es risible; es peligroso. Mientras la mayoría de nosotros intentamos reducir las emisiones y encontrar soluciones, los negacionistas del clima parecen empeñados en quedarse al margen, ondeando sus carteles de “engaño”. Mientras tanto, la gente se ahoga en estacionamientos, el hielo ártico se derrite, los mares suben y las tormentas se vuelven más feroces. Es una negativa desconcertante a reconocer la realidad, especialmente cuando nos enfrentamos a eventos climáticos récord como los de Valencia.
No estamos tratando con hipótesis ya; el cambio climático está aquí, implacable e innegable. Incendios forestales, sequías, inundaciones y huracanes no son posibilidades futuras, son titulares de noticias de hoy. Y sin embargo, la negación del clima, aunque está disminuyendo, sigue siendo un vestigio de nuestro pasado impulsado por los combustibles fósiles, un obstáculo obstinado en el camino hacia un futuro habitable. Cada advertencia ignorada, cada hallazgo científico burlado, solo nos hunde más en una crisis que no podremos revertir.
Es hora de que los negacionistas del clima despierten. Las pruebas están llegando en masa, literalmente, y es hora de que dejemos que los datos, no la negación, guíen el camino.
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