Durante décadas, el comercio y la política comercial han sido un remanso económico y político, decididamente aburrido, aparentemente poco controversial. El comercio era en su mayoría libre y cada vez más libre, los aranceles eran cada vez más bajos y el mundo se estaba globalizando más, no menos. Pero junto con esas tendencias a largo plazo, hubo algunas consecuencias graves. Trump ha impuesto una serie de aranceles en su primer mandato, algunos a China, otros a materiales específicos como acero y aluminio. Pero la altura y la amplitud de esos aranceles no se comparan con los que acabamos de escuchar. No desde la década de 1930, Estados Unidos ha aumentado tan radicalmente el nivel de aranceles a todas las naciones del mundo. En ese entonces, esos aranceles exacerbaban la Gran Depresión. Es una suposición sobre cuáles serán las consecuencias de estos. Pero habrá consecuencias. Consecuencias para la naturaleza de la globalización, consecuencias para la economía de EE. UU. Los aranceles son excepcionalmente inflacionarios, consecuencias para la geopolítica. Y en cierto modo, simplemente saber un poco más sobre los planes de la Casa Blanca brindará un poco de alivio a los mercados financieros, que han estado preocupados durante meses por la imposición de aranceles. Esa incertidumbre recientemente alcanzó niveles sin precedentes. Pero no asumas por un momento que esta saga ha terminado. Nada de eso. En los próximos días, aprenderemos más, más sobre los pormenores de estas políticas, más sobre las medidas de represalia provenientes de otros países. Posiblemente, obtendremos una mejor idea sobre si algunos países, incluido el Reino Unido, disfrutarán de respiros de los aranceles. Parafraseando a Churchill, esto no es el final de la guerra comercial, ni siquiera el principio del final, tal vez solo el final del principio.
