Las ambiciones territoriales de Trump sacuden un mundo cansado

Cuando Donald J. Trump ganó un regreso a la Casa Blanca, muchos países pensaron que sabían qué esperar y cómo prepararse para lo que venía. Los diplomáticos en las capitales del mundo dijeron que se centrarían en lo que hace su administración, en lugar de en lo que dice el Sr. Trump. Las naciones más grandes desarrollaron planes para suavizar o contrarrestar su amenaza de aranceles punitivos. Los países más pequeños esperaban poder simplemente esconderse de otros cuatro años de la fuerza de “América Primero”.

Pero cada vez es más difícil para el mundo mantener la calma y seguir adelante. En la conferencia de prensa del martes en Mar-a-Lago, el Sr. Trump se negó a descartar el uso de la fuerza en una posible apropiación de tierras en Groenlandia y el Canal de Panamá. Prometió rebautizar el Golfo de México como el “Golfo de América”. También dijo que podría utilizar “la fuerza económica” para convertir a Canadá en el 51º estado en nombre de la seguridad nacional estadounidense.

Para aquellos ansiosos por analizar la sustancia detrás de las bravuconadas, parecía otra actuación de bravuconería dispersa: Trump II, la secuela, más desenfrenada. Incluso antes de asumir el cargo, el Sr. Trump, con su sorprendente lista de deseos, ha suscitado comentarios de “aquí vamos de nuevo” en todo el mundo.

Sin embargo, más allá de la charla, hay en juego apuestas serias. A medida que el mundo se prepara para el regreso de Trump, los paralelos entre sus preocupaciones y la lejana era del imperialismo estadounidense a fines del siglo XIX se vuelven más relevantes.

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