Nikki Giovanni era el epítome de lo que nosotros, los jamaicanos, llamamos Talawa, pequeña pero poderosa. Se lo dije cuando hablamos en febrero. Tenía la reputación de regañar a los entrevistadores cuando se desviaban o decían algo estúpido. Estaba nervioso pero no era necesario. Giovanni tenía una sonrisa lenta que emitía calidez, incluso cuando me dijo, aparentemente para tranquilizarme, “Recuerda, la puerta siempre está abierta, si no te gusta lo que estás escuchando siempre puedes irte”.
Su poesía surgió del fuego y la furia que alimentaron el movimiento de derechos civiles. Después del asesinato de Martin Luther King, su poema Reflections on 4 April 1968 preguntaba:
¿Qué puedo hacer yo, una pobre mujer negra, para destruir a Estados Unidos?
Giovanni era afroamericana de la piel al núcleo, pero me recordaba a mi madre jamaicana y a las mujeres resilientes de su iglesia que hablaban con sencillez, con gravedad.
De sus poemas, queda claro que Giovanni tenía aversión a la pretensión. La forma era importante pero fundamentalmente su poesía era una plataforma para contar la verdad. Era directa y llevaría su argumento al hombre, negro o blanco. Llamó la atención a su propio padre abusivo y cobarde (Gus) en el poema Baby West. Su violencia impulsó su decisión de irse de casa:
Y sabía mi elección
Irme o matarlo.
Fue un tema al que Giovanni volvió en un debate televisivo de los años 1970, cuando tuvo un intercambio enérgico pero respetuoso con James Baldwin, casi 20 años mayor que ella. Es notable que Giovanni discutió con Baldwin sobre si los padres rebeldes (como los suyos) también eran candidatos dignos de compasión. Baldwin fue más generoso.
Nikki Giovanni era directa y urgente en su voz hablada y escrita. Pero también era a menudo traviesa y divertida. En I Take Master Card, por ejemplo, instruye a los galantes habladores suaves que hay un precio por el amor:
He escuchado todas las historias
sobre cómo no me mereces
porque soy tan fuerte y hermosa y maravillosa y nunca podrías estar a la altura de lo que sabes que debería tener, pero solo quiero que sepas:
Acepto Master Card
En 2010, compartí escenario con Giovanni en Washington, donde leí mis propias obras a la sombra de su sorprendente actuación, y no la volví a ver hasta principios de este año en el Barbican de Londres. Cada vez la adoración del público, especialmente de las mujeres en la audiencia, era palpable. Cuando hablaba, parecía que las mujeres se escuchaban a sí mismas. Yo también me escuchaba.
Giovanni era de una generación que hablaba con naturalidad sobre la certeza de la muerte. Sus poemas subrayaban esa preparación, quizás de manera más notable en When I Die.
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El poema comienza ferozmente:
Cuando muera espero que nadie que me haya lastimado llore
y si lloran espero que se les caigan los ojos
Concluye con líneas que atesoro por su humildad y su sabiduría eterna:
y si alguna vez toqué una vida, esa vida sabe
que sé que tocar fue y sigue siendo y siempre será la verdadera
revolución.