Un barco de migrantes que rompió récords llegó a las Islas Canarias ayer con 231 pasajeros, incluidos 58 niños.
La embarcación abarrotada, conocida como cayuco, estuvo en el mar durante 11 días antes de llegar finalmente a Gran Canaria.
Los pasajeros, procedentes de países como Gambia, Senegal, Mali y Guinea, recibieron atención médica al llegar después de soportar un viaje peligroso a través del Atlántico.
Tres personas requirieron hospitalización después de sobrevivir al calvario.
La Guardia Costera española detectó el barco a 5,5 kilómetros de Arguineguín y envió un barco de rescate, pero el cayuco logró llegar a tierra sin asistencia.
El barco es el más grande que haya llegado a la isla de Gran Canaria, pero no es el más grande que haya llegado nunca a las Islas Canarias, según la Cruz Roja.
Varios barcos han llegado a El Hierro con más de 250 personas y el récord individual se estableció el año pasado cuando un solo barco trajo a 330 personas a la isla.
Las últimas llegadas continúan con una crisis humanitaria que ha estado afectando a las Islas Canarias durante más de un año, ya que los recursos locales luchan por satisfacer sus necesidades.
Sin embargo, los ocupantes tuvieron la suerte de sobrevivir a su viaje peligroso.
El mes pasado, al menos nueve personas murieron y decenas más estaban desaparecidas después de que su barco volcara durante un intento de rescate en la costa de las Islas Canarias.
Los servicios de rescate lograron salvar a 27 de los 84 migrantes en total que estaban en el barco justo frente a la costa de El Hierro.
Hasta mediados de septiembre, un total de 26,758 migrantes habían llegado a las Islas Canarias en 2024, un 85.1% más que el año pasado. Es casi seguro que la cifra se duplicará para fin de año.
Los enormes números han provocado una crisis en España sobre cómo recibir y lidiar con la afluencia de personas.
Una posible solución ha sido convertir el Aeropuerto de Ciudad Real, ubicado en Castilla-La Mancha a unos 200 kilómetros al sur de Madrid, en un centro de recepción.
El alcalde local, sin embargo, Francisco Cañizar, criticó la propuesta al considerarla equivalente a un ‘campo de concentración’, argumentando que carecería de los estándares humanitarios necesarios para quienes llegan.