El otoño pasado, los socios mayores en Kaplan Hecker & Fink, un bufete de abogados de Nueva York conocido por apoyar causas liberales, tomaron una decisión fatal: iban a marginar a su fundadora, Roberta A. Kaplan.
El reinado de una de las abogadas más prominentes del país estaba llegando a su fin.
La Sra. Kaplan ya era famosa cuando fundó su bufete de abogados en 2017, habiendo ganado un caso histórico en la Corte Suprema que allanó el camino para la igualdad de matrimonio para los estadounidenses homosexuales. El bufete pronto ganó prominencia nacional debido a su liderazgo en el movimiento #MeToo, y más recientemente por victorias de alto perfil contra supremacistas blancos y el ex presidente Donald J. Trump.
Pero esos triunfos no pudieron superar una realidad incómoda, según personas familiarizadas con la dinámica interna del bufete de abogados.
A los ojos de muchos de sus colegas, incluyendo a los otros dos socios nombrados del bufete, el trato deficiente de la Sra. Kaplan a otros abogados, que iba desde la microgestión hasta insultos vulgares y ataques personales humillantes, estaba perjudicando al bufete boutique que ella había construido, dijeron las personas. Por una cosa, dijeron, estaba poniendo en peligro su capacidad para reclutar y retener empleados valiosos.