“
Según las cifras del servicio de población del Ayuntamiento de Palma, había 479.059 habitantes en 2024, un número superior al proporcionado por el Instituto Nacional de Estadística de España (423.350). Teniendo en cuenta esta diferencia, el número del ayuntamiento comparado con 379.898 en 2004.
Hace veintiún años había 313.261 adultos, de los cuales 269.196 eran españoles. La proporción de extranjeros en la población adulta era del 14%. Para 2024, este porcentaje se había duplicado. Había 406.530 adultos, y 113.328 eran extranjeros. El número real de adultos extranjeros había aumentado en más del 150%.
Pere Salvà, profesor emérito de geografía humana en la Universidad de las Islas Baleares, ha acuñado el término ‘dificultad residencial’ al afirmar que el crecimiento en Palma, al igual que en el resto de las Baleares, no se debe a una diferencia entre las tasas de natalidad y mortalidad, sino a la inmigración. Y, a diferencia de lo que ocurría hasta mediados de los años 90, una gran parte no proviene de otras partes de España, sino que es extranjera.
Salvà hace una distinción entre la inmigración por motivos económicos o laborales – predominantemente latinoamericanos, marroquíes y asiáticos – y la inmigración del norte (por ejemplo, británicos, alemanes, suecos) para trabajar con empresas turísticas o simplemente por motivos residenciales. Argumenta que Palma y las Baleares están imitando un modelo californiano. “Hay inmigración laboral, la de los latinoamericanos, más la inmigración cualificada en Silicon Valley, mientras que una tercera parte son jubilados americanos.”
“Los europeos han comprado barrios enteros. Los hijos de inmigrantes asisten a escuelas en el distrito de Nou Llevant, pero allí se puede ver el contraste: edificios de lujo comprados por europeos del norte que ninguno de los inmigrantes trabajadores o profesores puede comprar. Las mayores nacionalidades extranjeras en Palma son marroquíes y colombianos, y trabajan en construcción y hostelería.”
Sergio García enseña español a residentes extranjeros mientras realiza paseos por la ciudad. “La mayoría de los estudiantes tienen entre 45 y 65 años y provienen de Suecia, Alemania, Dinamarca, Reino Unido, Polonia y Francia. Vienen aquí porque han comprado un apartamento o lo han alquilado. Es su escape cuando hace frío en sus países. Están aquí en primavera y otoño. En verano, cuando hace calor, regresan a sus países. La mayoría vive en Santa Catalina, Blanquerna o en el centro. Están a punto de jubilarse o trabajan a un ritmo más tranquilo, lo que les permite venir a la ciudad gracias a las conexiones aéreas. Estamos a solo dos horas y media de distancia.”
“La inmigración es necesaria para el empleo, dependemos de ella”, dice Salvà. “Así que la pregunta que debemos hacernos es cuántos extranjeros necesitamos.” Y qué tipo, ya que “hay una inmigración que necesitamos para el trabajo pero que rechazamos”.
“