Informe del lunes: Cómo Trump reescribió el 6 de enero.

Hace cuatro años hoy, los manifestantes asaltaron el Capitolio con palos, irritantes químicos y otras armas, inflamados por la mentira de Donald Trump de que las elecciones le habían sido robadas.

Varias personas murieron durante y después del motín, incluido un manifestante por disparo y cuatro oficiales de policía por suicidio. Más de 140 oficiales resultaron heridos. Después del ataque, la carrera política de Trump parecía acabada. Pero en dos semanas, toma posesión del cargo.

En los años desde el motín, tanto él como sus seguidores han dedicado considerable esfuerzo a reinventar los eventos del día. Han difundido teorías de conspiración para su ganancia política última. Mientras sus aliados en el Congreso y los medios minimizaban el ataque y desviaban la culpa, los alborotadores violentos, procesados, condenados y encarcelados, fueron convertidos en mártires patrióticos.

Ahora, Trump tiene la plataforma para seguir distorsionando el ataque en lo que él ha llamado “un día de amor”. Ha prometido perdonar a los alborotadores en la primera hora de su nueva administración, mientras que sus seguidores en el Congreso están presionando para presentar cargos criminales contra aquellos que investigaron sus acciones. Así es como Trump invirtió un día violento y lo convirtió en capital político.

Rusia, Irán y otros estados hostiles se han vuelto cada vez más atrevidos en el uso de ataques de “zona gris” – como la piratería de sistemas informáticos sensibles, presuntos complots de asesinato y drones de vigilancia volados cerca de bases militares – contra países occidentales.

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Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos y los países bálticos y nórdicos cerca de la frontera de Rusia se encuentran entre los más atacados por amenazas híbridas, en parte debido a su apoyo destacado a Ucrania, dijeron las autoridades. Rusia ha negado lanzar ataques híbridos contra la OTAN, pero funcionarios de la OTAN han dicho que Moscú ha establecido una dirección especial centrada en llevarlos a cabo.

Presentan a los funcionarios de defensa un problema complicado: ¿Cómo pueden los países disuadir tales actos sin desencadenar un conflicto más amplio? ¿Y cómo pueden atribuir la culpa cuando los ataques están diseñados para evadir la culpabilidad?