Un importante líder occidental anuncia una política económica poco ortodoxa, provocando el pánico en los mercados financieros, bajando la moneda del país y alimentando una avalancha de advertencias sobre las consecuencias a largo plazo.
El presidente Trump hizo todo esto con sus aranceles generalizados, anunciados la semana pasada, pero antes que él, estaba Liz Truss, la ex primera ministra de Gran Bretaña, con su implementación de amplios recortes de impuestos en 44 días turbulentos en el otoño de 2022.
Los paralelismos entre el Sr. Trump y la Sra. Truss son sorprendentes, pero con una diferencia crucial: ella se vio obligada a revocar los recortes de impuestos en cuestión de días, y fue obligada a dejar el cargo por su propio Partido Conservador en poco más de seis semanas, el mandato más corto para un primer ministro en la historia británica.
Para algunos analistas, esa diferencia es un tributo a la flexibilidad del gobierno parlamentario británico y una distinción saludable entre Gran Bretaña y Estados Unidos. Hasta ahora, el Sr. Trump ha prometido mantenerse firme con sus aranceles, sin importar el caos que causen en los mercados o si desencadenan una recesión, y parece que hay poco que alguien pueda hacer para obligarlo a cambiar de rumbo.
“Truss realmente solo podría dañar al Reino Unido”, dijo Jonathan Portes, profesor de economía y política pública en el Kings College de Londres. “En última instancia, las instituciones del Reino Unido, en particular el Parlamento y los medios de comunicación, fueron suficientes para garantizar que el sistema funcionara”.
“Si eso no es el caso en EE. UU., el mundo entero pagará el precio”, agregó.