EN ESTE DÍA: La tormenta del Sábado Santo que devastó el norte de España

La Tormenta del Sábado Santo fue un fenómeno meteorológico extremo que ocurrió el 20 de abril de 1878, frente a la costa norte de España en el Mar Cantábrico.

La palabra española para una tormenta marítima que surge de la nada es galerna, y esta es la galerna más famosa de todas.

Fue un chubasco muy intenso que afectó a embarcaciones de pesca en las provincias de Cantabria, Vizcaya y Guipúzcoa, resultando en la trágica pérdida de más de 322 vidas y el hundimiento de casi 500 barcos en solo unas pocas horas.

Esta tormenta tuvo consecuencias desastrosas para las comunidades pesqueras del Mar Cantábrico, no solo por las vidas perdidas, sino también porque muchas familias quedaron arruinadas por la pérdida de sus principales sustentadores.

En ese momento, los pescadores de la región cantábrica principalmente pescaban especies costeras como el bonito, las sardinas, la dorada y la anchoa, en contraste con la pesca de ballenas y bacalao en alta mar que habían realizado en el pasado.

Utilizaban métodos de pesca tradicionales, empleando chalupas, que eran pequeñas embarcaciones de madera sin cubierta. Las chalupas podían llevar hasta 14 hombres y un patrón, y eran propulsadas a mano y a vela. Su aparejo consistía en un solo mástil y una vela grande, aunque en tiempos de dificultad a menudo la reemplazaban por una más pequeña.

El trágico evento ocurrió el 20 de abril de 1878, Sábado Santo, cuando numerosos barcos de pesca salieron de los puertos durante la madrugada para pescar sardinas en la costa.

Inicialmente, el viento soplaba suavemente desde el noreste, y continuó así hasta las 10 de la mañana, momento en el que todas las embarcaciones ya estaban pescando.

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En ese momento, los pescadores notaron un viento del sur que soplaba hacia la costa, evidente por la arena levantada en las playas cercanas.

También vieron algunas nubes sospechosas en el horizonte, lo que les hizo sospechar que el clima se estaba volviendo inestable y que se acercaba una tormenta.

Algunos patrones bajaron las velas principales y se dirigieron de regreso al puerto.

Sin embargo, la mayoría continuó la lucha para no regresar con las manos vacías: tenían que equilibrar esta preocupación con la necesidad de ganarse la vida y no ser juzgados como cobardes por abandonar su trabajo sin una buena razón.

Esta difícil decisión demostraría ser fatal para muchos de ellos.

Alrededor del mediodía, una ráfaga estalló repentinamente, una tormenta violenta acompañada de fuertes vientos del noroeste. Desde tierra, la escena era desgarradora: los frágiles barcos estaban dispersos y luchaban por llegar a las ensenadas más cercanas a toda costa.

Los pescadores luchaban desesperadamente por sacar el agua de las embarcaciones sin cubierta.

Cualquier cosa que no estuviera atada, incluidos los propios pescadores, era arrastrada por la marea y tragada por el mar, mientras sus compañeros eran impotentes para rescatarlos.

En tierra, los familiares miraban impotentes desde los acantilados mientras la espeluznante escena se desarrollaba, esperando ver las embarcaciones de sus seres queridos, mientras las campanas de las iglesias en las ciudades cercanas repicaban advirtiendo sobre el desastre.

Al amanecer del domingo, los periódicos locales comenzaron a contar las víctimas de la tragedia.

En la costa vasca, la catástrofe golpeó especialmente a Bermeo, con 98 pescadores fallecidos, seguido de Elanchove con 49, Mundaca con 15, Ondarroa con 13, Lekeitio con seis, San Sebastián con cinco y Algorta con dos.

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Las provincias españolas quedaron sumidas en la ruina después de que tantos perdieran a los jefes de sus familias.

Ante esta situación, las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Santander establecieron comités de asistencia para ayudar a los necesitados.

La magnitud de la tragedia causó una gran conmoción en toda España y se convirtió en un tema recurrente tanto en la prensa como en la literatura de la época.

Varios periódicos lanzaron campañas de recaudación de fondos para apoyar a las familias de las comunidades de náufragos y a los más de 1,000 huérfanos dejados por la tormenta.

Después de la galerna del Sábado Santo, se implementaron medidas para mejorar la seguridad de los pescadores en alta mar.

Se mejoraron los informes meteorológicos para proporcionar a los pescadores información más precisa y oportuna sobre las condiciones climáticas.

Además, se hicieron mejoras en las embarcaciones, como la inclusión de cubiertas continuas para protegerlas de los elementos.

También se establecieron servicios de rescate y asistencia en caso de naufragio.

Pero si hoy visitas los pueblos pesqueros del noroeste, verás monumentos a los fallecidos e inolvidados del 20 de abril de 1878.