En Casse-Croûtes, Quebec, comida rápida para un verano breve pero dulce.

Cuando Marta Grasso y Andrea La Monaca llegaron a Canadá, descubrieron el placer de las casse-croûtes a lo largo de los caminos rurales de Quebec. Estas chozas de comida cobran vida durante los meses cálidos, ofreciendo delicias como poutine, guédilles y otros platos únicos de la región.

La Mollière, en Cap-des-Rosiers, es una de estas casse-croûtes que se convierten en destinos populares para los amantes de la buena comida. Con un ambiente pintoresco y platos como guédilles y poutines preparados con ingredientes locales y recetas secretas transmitidas de generación en generación, estas chozas son una parte importante de la cultura gastronómica de Quebec.

Desde hamburguesas de carne picada en un pinso hasta rollos de langosta fresca, cada casse-croûte ofrece algo único que atrae a los comensales. Estos establecimientos son considerados verdaderas “máquinas del tiempo” que reflejan la historia y la evolución culinaria de Quebec a lo largo de los años.

Con influencias de la comida rápida estadounidense y toques francocanadienses, las casse-croûtes han sabido reinventarse para seguir siendo relevantes en la escena gastronómica de la provincia. Platos como la poutine y las guédilles son parte integral de la experiencia culinaria que ofrecen estos establecimientos.

Chez Cathy, en Riviére-au-Renard, es otro ejemplo de una casse-croûte icónica en Quebec. Con su pinso y su poutine, así como su salsa secreta transmitida desde la década de 1960, este lugar sigue atrayendo a locales y turistas por igual.

En definitiva, las casse-croûtes son mucho más que simples lugares para comer. Son parte de la identidad culinaria de Quebec y un reflejo de su historia y tradiciones. Cada bocado en una casse-croûte es una experiencia única que vale la pena disfrutar en compañía de amigos y familiares.

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