Antes de la pandemia, los hospitales en los Estados Unidos estaban haciendo un progreso notable en el esfuerzo por abordar los métricos de seguridad y calidad del cuidado que disminuían. Y ese esfuerzo dio resultados: los eventos adversos y los problemas de seguridad y calidad se desplomaron en la década anterior a Covid-19.
Pero los últimos números disponibles demostraron una reversión en esa tendencia, ya que los hospitales y sistemas de salud enfrentaban brechas laborales sin precedentes, tasas de reembolso en caída y fuga de pacientes que se encontraban incapaces de mantener el impulso en la lucha por una mejor seguridad y calidad.
Y aunque la pandemia puede haber sido un catalizador para la disminución de la calidad y seguridad, los impulsores de estas tendencias son problemas sistémicos que han plagado la atención médica durante décadas. La prestación de atención sigue siendo fragmentada, con una coordinación y comunicación deficiente entre proveedores, pacientes y cuidadores. La participación y educación fragmentarias de los pacientes inhiben la adherencia y autogestión, lo que conduce a complicaciones y readmisiones prevenibles. Además, las persistentes desigualdades y disparidades de salud exacerban estos desafíos, impactando desproporcionadamente a poblaciones vulnerables y socavando los esfuerzos para mejorar la calidad y seguridad.
En el centro de esta crisis yace una oportunidad: una línea argumental que conecta la calidad, la seguridad y la transición hacia la atención basada en el valor. Al priorizar la participación y comunicación del paciente, las organizaciones de atención médica pueden catalizar el progreso en los tres frentes, fomentando un ecosistema de atención médica verdaderamente centrado en el paciente, equitativo y enfocado en ofrecer valor.
La esencia de la atención basada en el valor es simple: recompensar a los sistemas de salud y proveedores por ayudar a los pacientes a mejorar su salud, reducir los efectos y la incidencia de enfermedades crónicas y vivir vidas más saludables de manera basada en evidencia. La buena noticia es que centrarse en los resultados, y las mejoras en calidad y seguridad, naturalmente conduce a la creación de valor. Piénselo: tasas de readmisión reducidas, menos complicaciones y mejores resultados para los pacientes se traducen en ahorros significativos para los sistemas de salud.
Pero esa transición lejos del sistema de tarifas por servicio representa un cambio de paradigma masivo que requiere un esfuerzo y compromiso concertado y auténtico. Aquí es donde las organizaciones de atención médica necesitan repensar su enfoque en la participación y comunicación del paciente. Empoderar a los pacientes a través de una comunicación clara y consistente conduce a una mejor adherencia a los planes de atención, confianza y lealtad del paciente, y en última instancia, a una mejora en los resultados de salud.
Al involucrar activamente a los pacientes en sus trayectorias de atención, los proveedores pueden fomentar habilidades de autoadministración y reducir complicaciones prevenibles. Estrategias de comunicación efectivas, aprovechando canales y tecnología orquestados, automatizados, sin problemas y contextualmente adecuados, empoderan a los pacientes con el conocimiento y las herramientas que necesitan para participar activamente en su atención.