Durante más de una década, Occidente se ha enfrentado nuevamente al Este en lo que se ha llamado ampliamente una nueva guerra fría. Pero con el presidente Trump de vuelta en el cargo, Estados Unidos da la impresión de que podría estar cambiando de bando. Incluso cuando negociadores estadounidenses y rusos se sentaron juntos el martes por primera vez desde la invasión total de Ucrania por parte de Moscú hace casi tres años, el Sr. Trump ha señalado que está dispuesto a abandonar a los aliados de América para hacer causa común con el presidente Vladimir V. Putin de Rusia. Según el Sr. Trump, Rusia no es responsable de la guerra que ha devastado a su vecino. En cambio, sugiere que Ucrania es la culpable de la invasión rusa. Escuchar al Sr. Trump hablar con los reporteros el martes sobre el conflicto era escuchar una versión de la realidad que sería irreconocible en el terreno en Ucrania y ciertamente nunca se habría escuchado de ningún otro presidente estadounidense de cualquier partido. En la versión del Sr. Trump, los líderes ucranianos fueron los culpables de la guerra por no estar de acuerdo en ceder territorio y, por lo tanto, sugirió que no merecen un asiento en la mesa para las conversaciones de paz que acaba de iniciar con el Sr. Putin. “Nunca deberías haberlo empezado”, dijo el Sr. Trump, refiriéndose a los líderes ucranianos que, de hecho, no lo iniciaron. “Podrías haber hecho un trato”. Hablando en su finca Mar-a-Lago en Florida, continuó: “Ahora tienes un liderazgo que ha permitido que una guerra continúe que nunca debería haber ocurrido”. Al contrario, el Sr. Trump no pronunció ni una palabra de reproche hacia el Sr. Putin o hacia Rusia, que invadió por primera vez a Ucrania en 2014, libró una guerra de baja intensidad contra ella durante los cuatro años de su primer mandato y luego la invadió en 2022 con la intención de tomar el control de todo el país. El Sr. Trump está en medio de ejecutar uno de los giros más impactantes en la política exterior estadounidense en generaciones, un giro de 180 grados que obligará a amigos y enemigos a recalibrar de manera fundamental. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, una larga procesión de presidentes estadounidenses vio primero a la Unión Soviética y luego, después de un breve e ilusorio interregno, a su sucesora Rusia como una fuerza a la que había que temer, como mínimo. El Sr. Trump da la impresión de verla como una colaboradora en futuras empresas conjuntas. Deja claro que Estados Unidos ha terminado de aislar al Sr. Putin por su agresión no provocada contra un vecino más débil y la masacre de cientos de miles de personas. En cambio, el Sr. Trump, que siempre ha tenido una extraña predilección por el Sr. Putin, quiere readmitir a Rusia en el club internacional y convertirla en una de las principales amigas de Estados Unidos. “Es una reversión vergonzosa de 80 años de política exterior estadounidense”, dijo Kori Schake, directora de estudios de política exterior y de defensa en el American Enterprise Institute y fue asesora de seguridad nacional del presidente George W. Bush. “Durante la Guerra Fría, Estados Unidos se negó a legitimar la conquista soviética de los Estados Bálticos, y dio ánimo a las personas que luchaban por su libertad”, continuó. “Ahora estamos legitimando la agresión para crear esferas de influencia. Cualquier presidente estadounidense de los últimos 80 años se opondría a la declaración del presidente Trump”. En el círculo del Sr. Trump, el giro es una corrección necesaria a años de política equivocada. Él y sus aliados ven el costo de defender Europa como demasiado alto, dadas otras necesidades. Llegar a algún tipo de acuerdo con Moscú, en esta visión, permitiría a Estados Unidos traer a casa más tropas o desviar recursos de seguridad nacional hacia China, a la que ven como “la mayor amenaza”, como lo expresó el secretario de Estado Marco Rubio el mes pasado. La reversión de EE. UU. ciertamente ha sido pronunciada en la última semana. Solo días después de que el vicepresidente JD Vance criticara a los aliados europeos, diciendo que “la amenaza desde adentro” era más preocupante que Rusia, el Sr. Rubio se reunió con el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey V. Lavrov, y elogió “las increíbles oportunidades que existen para asociarse con los rusos” si simplemente pudieran poner fin a la guerra en Ucrania. Ningún líder ucraniano estaba en la sala para la reunión, celebrada en Riad, Arabia Saudita, y mucho menos otros europeos, aunque el Sr. Rubio llamó a varios ministros de Relaciones Exteriores después para informarles. En cambio, por todas las apariencias, esta fue una reunión de dos grandes potencias dividiendo áreas de dominio, un Congreso de Viena o una Conferencia de Yalta moderna. El Sr. Trump siempre ha visto al Sr. Putin como un compatriota, un jugador fuerte y “muy astuto” cuyo esfuerzo por intimidar a Ucrania para que haga concesiones territoriales no fue más que “genial”. En sus ojos, el Sr. Putin es alguien digno de admiración y respeto, a diferencia de los líderes de los aliados tradicionales de EE. UU. como Alemania, Canadá o Francia, a quienes desprecia. De hecho, el Sr. Trump ha pasado el primer mes de su segundo mandato dejando de lado a los aliados, no solo excluyéndolos de las conversaciones emergentes sobre Ucrania, sino amenazando con aranceles en su contra, exigiendo que aumenten sus gastos militares y afirmando reclamos sobre parte de su territorio. Su patrocinador multimillonario Elon Musk ha respaldado públicamente al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania. “Por ahora, los europeos ven esto como Trump normalizando las relaciones con Rusia mientras trata a sus aliados, los europeos, como no confiables”, dijo Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group, una firma de consultoría internacional. “Apoyar a la AfD, a la que los líderes alemanes consideran un partido neonazi, hace que Trump parezca un adversario para la economía más grande de Europa. Es un cambio extraordinario.” El Sr. Trump prometió durante la campaña que podría poner fin a la guerra en Ucrania en 24 horas, lo que no logró hacer, e incluso dijo que traería la paz a Ucrania incluso antes de su inauguración, lo que tampoco logró hacer. Después de una llamada telefónica de casi 90 minutos con el Sr. Putin la semana pasada, el Sr. Trump asignó al Sr. Rubio y a otros dos asesores, Michael Waltz y Steve Witkoff, para que continuaran con las negociaciones. Las concesiones que el Sr. Trump y su equipo han sugerido suenan como una lista de deseos del Kremlin: Rusia se queda con todo el territorio ucraniano que ilegalmente se apoderó por la fuerza. Estados Unidos no proporcionará garantías de seguridad a Ucrania, mucho menos permitirá su ingreso a la OTAN. Se levantarán las sanciones. El presidente incluso ha sugerido que Rusia sea readmitida en el Grupo de los 7 principales potencias después de que fue expulsada por su incursión original en Ucrania en 2014. ¿Qué tendría que renunciar el Sr. Putin para llegar a un acuerdo? Tendría que dejar de matar ucranianos mientras se queda con su victoria. El Sr. Trump no ha destacado otras concesiones que insistiría en hacer. Tampoco ha dicho cómo podría confiar en que el Sr. Putin cumpla un acuerdo dado que violó un pacto de 1994 que garantizaba la soberanía de Ucrania y dos acuerdos de alto el fuego negociados en Minsk, Bielorrusia, en 2014 y 2015. La fe evidente del Sr. Trump en su capacidad para sellar un acuerdo con el Sr. Putin desconcierta a veteranos funcionarios de seguridad nacional que han tratado con Rusia a lo largo de los años. “Deberíamos hablar con ellos de la misma manera que hablamos con los líderes soviéticos durante la Guerra Fría”, dijo Celeste A. Wallander, quien trató asuntos de Rusia y Ucrania como secretaria adjunta de Defensa bajo el presidente Joseph R. Biden Jr. “Lo cual es no confiar en ellos”. “Cuando haces negociaciones”, continuó, “lo haces con la presunción de que las violarán. Intentas encontrar intereses superpuestos, pero reconoces que nuestros intereses son fundamentalmente conflictivos y estamos tratando de manejar a un adversario peligroso, no convertirnos en los mejores amigos”. Hablando con los reporteros el martes, el Sr. Trump dio a entender que considera a Rusia como una amiga, pero no a Ucrania. “Rusia quiere hacer algo”, dijo. “Quieren detener el salvajismo bárbaro”. El Sr. Trump expresó consternación por las muertes y la destrucción causadas por lo que llamó una “guerra sin sentido”, comparando escenas del frente con la Batalla de Gettysburg con “partes del cuerpo por todo el campo”. Ucrania, dijo, estaba “siendo eliminada” y la guerra tenía que terminar. Pero no dijo quién estaba eliminando a Ucrania, dejando claro que culpaba a sus propios líderes y desestimando su insistencia en formar parte de cualquier negociación. “Escuché que están molestos por no tener un asiento”, dijo el Sr. Trump. “Bueno, han tenido un asiento durante tres años. Y mucho tiempo antes de eso. Esto podría haberse resuelto muy fácilmente. Solo un negociador mediocre podría haber resuelto esto hace años, sin, creo, sin la pérdida de mucha tierra, muy poca tierra. Sin la pérdida de vidas. Y sin la pérdida de ciudades que simplemente están apoyadas de costado”. Repitió su afirmación de que la invasión no habría ocurrido si él hubiera sido presidente, ignorando el hecho de que las fuerzas patrocinadas por Rusia habían librado guerra dentro de Ucrania durante los cuatro años de su primer mandato. “Podría haber hecho un trato por Ucrania que les habría dado casi toda la tierra”, dijo sin explicar por qué no intentó negociar la paz cuando estaba en el cargo. Como suele hacer, el Sr. Trump aderezó sus comentarios con múltiples afirmaciones falsas. Entre ellas, dijo que Estados Unidos ha contribuido tres veces más ayuda a Ucrania desde que comenzó la guerra que Europa. De hecho, según el Instituto Kiel para la Economía Mundial, Europa ha asignado $138 mil millones en comparación con los $119 mil millones de Estados Unidos. También denigró al presidente Volodymyr Zelensky de Ucrania, diciendo más de una vez que “está en un 4 por ciento de aprobación”. De hecho, la calificación de aprobación del Sr. Zelensky ha caído desde sus alturas una vez estratosféricas, pero solo a alrededor del 50 por ciento, no tan diferente a la del propio Sr. Trump. El Sr. Trump también estuvo de acuerdo con un punto de vista ruso de que Ucrania debería tener nuevas elecciones para participar en las negociaciones. “Sí, diría que cuando quieran un asiento en la mesa, ¿no tendrían que decirlo los ucranianos, sabes, ha pasado mucho tiempo desde que tuvimos una elección?” dijo. “Eso no es algo de Rusia. Eso viene de mí y de muchos otros países también”. Qué otros países no lo mencionó. Tampoco dijo nada sobre la necesidad de elecciones en Rusia, donde cualquier votación está controlada por el Kremlin y sus aliados. Los comentarios del Sr. Trump no estaban escritos y fueron en respuesta a preguntas de los reporteros. Pero reflejaron cómo ve la situación y prefiguraron los próximos meses. También enviaron nuevas ondas de choque a través de Europa, que está llegando a un acuerdo con el hecho de que su principal aliado en la nueva guerra fría ya no se ve a sí mismo de esa manera. “Algunos de los comentarios más vergonzosos pronunciados por un presidente en mi vida”, escribió en línea Ian Bond, subdirector del Centro para la Reforma Europea en Londres. “Trump está tomando partido con el agresor, culpando a la víctima. En el Kremlin deben estar dando saltos de alegría”.
