Cuando los líderes de un importante emisor japonés renunciaron para asumir la responsabilidad por el manejo fallido de una denuncia de agresión sexual, se suponía que sería un espectáculo ritual de arrepentimiento en el Japón corporativo. En cambio, la conferencia de prensa para anunciar las renuncias se convirtió en una demostración maratónica de indignación social, ya que los ejecutivos enfrentaron un interrogatorio público que duró 10 horas.
