Dueños de Finca Langostina desean cese de construcción para salvar nidos de golondrinas.

La familia Wesenauer solicita a un tribunal que suspenda la construcción de nueve viviendas hasta septiembre, en respuesta a un informe de Seprona.

“Es como vivir en Gaza”, Kim Wesenauer mira impotente desde la puerta de la Finca Langostina. Una vez más, están rodeados por un paisaje de concreto.

Desde que el promotor Praxa tomó posesión de su antiguo jardín en mayo pasado, en cuestión de semanas se construyó un muro alto y, ahora, las obras de construcción avanzan con nueve viviendas con piscinas junto a esta casa tradicional, uno de los últimos exponentes de la agricultura de secano en la costa de Orihuela y, según dos estudios de la Universidad de Alicante y el antiguo arqueólogo municipal, con elementos que necesitan protección.

El futuro de Finca Langostina está pasando por un impasse delicado. Después de ser arrestadas dos veces, las hermanas Kim y Love, y su madre, Gabriele, ahora están acusadas de resistencia a la autoridad por intentar obstruir una orden judicial, mientras al otro lado del muro la misma excavadora a la que antes estaban encadenadas ahora se mueve por el terreno sin restricciones.

Los temblores se sienten en la casa cada vez que se mueve. Love señala los daños en el techo de su habitación. “Ya no puedo dormir aquí y ahora tengo que dormir en la sala de estar”.

Lo que más les preocupa son los nidos de golondrinas que están en el antiguo establo y ahora en el garaje de la casa. Un informe de Seprona, previo a los trabajos de construcción, solicitó al Tribunal que no se utilicen maquinarias pesadas e incluso sugirió que las obras se detuvieran hasta septiembre. Algo que, en un fax, también fue posteriormente solicitado por la Fiscalía de Medio Ambiente.

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Esperan que las obras puedan detenerse por un tiempo para proteger a estas aves en peligro. Es su última esperanza para ganar más tiempo mientras, dicen, llevan su caso a Europa en busca de la protección que los tribunales españoles no han proporcionado.

La Casa Langostina fue adquirida por la familia, de origen austriaco, en los años 90 con acceso desde la urbanización Lomas de Don Juan, sin embargo, y en virtud de una ley autonómica de urbanismo que ya no está en vigor, parte de la tierra (jardines) se incluyó dentro del PAU-25 y se quitó a los Wesenauer en contra de su voluntad.

Después de un primer intento por parte del actual promotor, propiedad del ex presidente del Real Murcia, Víctor Gálvez, de iniciar la construcción en diciembre, el Ayuntamiento finalmente otorgó la licencia de construcción en febrero. Kim denunció que, para obtener este permiso, “se presentó el aval de una empresa que no tiene permiso para operar en España”.

Asimismo, la familia también denuncia que los límites del nuevo muro no coinciden en sus coordenadas con el muro que se erigió por primera vez en 2020, mientras estaban ausentes y confinadas debido a la pandemia. El nuevo muro ciego, dicen, supera en gran medida los dos metros de altura en varios puntos.

El Ayuntamiento de Orihuela, al igual que el promotor, insisten en que las sentencias certifican que la tierra ya no pertenece a los Wesenauer. Incluso el concejal de Urbanismo, Matías Ruiz, que prometió iniciar el expediente para declarar la casa como Bien de Relevancia Local, de alguna manera ha cambiado su postura.

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