En 2017, China observó con asombro, y sobresalto, cómo AlphaGo, un programa de inteligencia artificial respaldado por Google, derrotó a un prodigio chino en un complicado juego de mesa, Go. La pérdida decisiva frente a un programa informático extranjero, que había derrotado de manera similar a un jugador surcoreano, fue una especie de momento Sputnik para China. Ese año, los funcionarios chinos presentaron un plan audaz para liderar el mundo en inteligencia artificial para 2030, comprometiéndose a invertir miles de millones en empresas e investigadores enfocados en la tecnología. De este fervor surgió DeepSeek, la desconocida startup china que trastornó el panorama tecnológico al crear un potente modelo de inteligencia artificial con mucho menos dinero de lo que los expertos habían pensado posible. DeepSeek es privada, sin respaldo estatal aparente, pero su éxito encarna las ambiciones del principal líder de China, Xi Jinping, quien ha exhortado a su país a “ocupar las alturas del mando” de la tecnología. El Sr. Xi quiere que la economía china se base no en antiguos motores de crecimiento como el inmobiliario impulsado por deuda y las exportaciones baratas, sino en las tecnologías más avanzadas como la inteligencia artificial, la supercomputación y la energía verde.
