“The volunteer air defence unit in Bucha, known as the Witches of Bucha, is predominantly made up of women. They come out at night to defend against Russian attack drones. These women, who have day jobs as teachers, doctors, and even a manicurist, have taken on this role to overcome the powerlessness they felt when Russian forces occupied the region. They use ancient weapons, such as machine guns made in 1939, to shoot down drones, demonstrating their strength and determination. Their commander, Col Andriy Verlaty, had to recruit women after most of his male crew were sent to the frontlines due to changes in mobilisation laws. Despite initial skepticism, the women have proven themselves capable and dedicated to protecting their country. Their training includes lessons on storming buildings, reflecting their deep and personal reasons for joining the unit.” BBC/James Cheyne “Recuerdo los cuerpos muertos, cuando estábamos huyendo.”
Su familia escapó de Bucha pasando por tanques quemados, soldados y civiles muertos. En un puesto de control ruso, dice que un soldado les hizo bajar la ventanilla del coche, luego puso un arma en la cabeza de su hijo.
Está llena de furia tranquila.
Por eso Valentyna se niega a dejar de creer en la victoria de Ucrania, a pesar de la oscuridad que se ha instalado en gran parte de su país después de casi 1.000 días de guerra a gran escala.
“La vida ha cambiado, todos nuestros planes se han deshecho. Pero estoy aquí para ayudar a acelerar el fin de esta guerra. Como dicen nuestras chicas aquí, no terminará sin nosotros.”
BBC/James Cheyne
Los ucranianos siguen decididos a derrotar a los invasores rusos
Crujiendo sobre cristales rotos y escombros en botas militares, rifle en mano, la gerente de oficina Anya es otra Bruja voluntaria. Ahora, con 52 años, encuentra que el entrenamiento militar la empodera.
“Bajo la ocupación, sentí la completa falta de sentido de mi existencia. No podía ayudar a nadie más, ni defenderme a mí misma. Quería aprender a usar armas, para poder ser de alguna utilidad.”
Hay mucha charla con los entrenadores: las mujeres se están divirtiendo. Pero más tarde esa noche, en su base en el bosque, una de ellas se abre aún más y comparte una historia escalofriante.
Cuando Bucha fue tomada, las fuerzas rusas comenzaron a ir de casa en casa. Violaban y asesinaban. Luego, un día, se extendió el rumor de que los ocupantes iban a matar a los niños.
“Por la decisión que tomé ese día, nunca perdonaré a los rusos”, confía esta mujer.
No compartiré los detalles de lo que me dijo, la decisión extrema que tomó, solo que los soldados nunca llegaron y ella nunca tuvo que actuar. Pero esta mujer ha sido atormentada por ese momento desde entonces, y por la culpa.
La primera vez que sintió alivio fue cuando empezó a aprender a defenderse a sí misma, a su familia y a su país.
“Venir aquí realmente me ayudó”, me dice en voz baja. “Porque nunca volveré a sentarme como una víctima y estar tan asustada.”