Cómo las bacterias intestinales pueden desencadenar la alimentación compulsiva y el aumento de peso.

Si alguna vez has experimentado síntomas de adicción a la comida, como intensos antojos por alimentos específicos (generalmente poco saludables) o comer hasta sentirte enfermo, tus bacterias intestinales podrían ser las culpables. Tanto humanos como ratones que se dedican a comer de forma compulsiva comparten patrones microbianos similares, incluyendo un aumento en Proteobacteria y una disminución en Actinobacteria y una bacteria llamada Blautia.

Los hallazgos, publicados en la revista Gut, sugieren que abordar la salud de tu intestino puede ser fundamental para controlar la ingesta compulsiva de alimentos y el aumento de peso asociado.

“Speculamos que el intestino se comunica con el cerebro”, dijo la autora del estudio Elena Martin-Garcia, profesora asociada en la Universitat Pompeu Fabra en Barcelona, España, a NBC News. “Y eso puede cambiar la función de algunas áreas del cerebro, como la corteza prefrontal, que está involucrada en el autocontrol”.

El estudio de Gut descubrió un posible vínculo entre la microbiota intestinal y la adicción a la comida, un trastorno caracterizado por la pérdida de control sobre la ingesta de alimentos. Se estima que hasta el 20% de los adultos pueden tener dificultades con la adicción a la comida, lo que puede llevar a comportamientos alimenticios compulsivos similares a la adicción a las drogas.

Los investigadores utilizaron la Escala de Adicción a la Comida de Yale 2.0 para identificar la adicción a la comida. Mientras que los participantes humanos respondieron 35 preguntas, los ratones fueron observados en busca de signos de adicción a la comida, incluyendo búsqueda persistente de alimentos, comportamiento compulsivo y alta motivación por la comida.

Las bacterias intestinales fueron luego comparadas entre humanos y ratones adictos y no adictos a la comida. El estudio reveló similitudes sorprendentes en las firmas de microbiota intestinal asociadas con la adicción a la comida en ambas cohortes de ratones y humanos. Las bacterias pertenecientes al filo Proteobacteria estaban asociadas con efectos potencialmente perjudiciales, mientras que Actinobacteria mostraba efectos protectores potenciales contra el desarrollo de la adicción a la comida.

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Notablemente, una disminución en la abundancia del género Blautia fue observada en humanos y ratones adictos a la comida. Los investigadores encontraron que alimentar carbohidratos no digeribles como lactulosa y rhamnose, prebióticos conocidos por promover el crecimiento de Blautia, llevó a un aumento en la abundancia de Blautia en las heces de los ratones. Además, este cambio ocurrió junto con mejoras significativas en los síntomas de la adicción a la comida. Resultados similares positivos fueron encontrados después de que a los ratones se les diera Blautia wexlerae por vía oral.

El estudio sugiere que el contenido específico de la microbiota intestinal puede servir como un biomarcador de la vulnerabilidad a la adicción a la comida, abriendo nuevas vías para el diagnóstico y tratamiento. También allana el camino para tratamientos innovadores que utilizan microbios beneficiosos y suplementos dietéticos. Este nuevo entendimiento podría revolucionar los enfoques para manejar la adicción a la comida y potencialmente contribuir a abordar el problema más amplio del aumento de peso y la obesidad. Según Martin-Garcia:

“Hemos demostrado por primera vez una interacción directa entre la composición intestinal y la expresión génica cerebral, revelando el origen complejo y multifactorial de este importante trastorno conductual relacionado con la obesidad. Comprender la interacción entre las alteraciones en el comportamiento y las bacterias en el intestino constituye un avance para futuros tratamientos para la adicción a la comida y trastornos alimentarios relacionados”.

El trastorno por atracones (BED), una condición definida por episodios recurrentes de ingesta de grandes cantidades de alimentos en poco tiempo, comparte muchas similitudes con la adicción a la comida, incluyendo un vínculo con la microbiota intestinal.

Es probable que el microbioma intestinal esté influyendo en los comportamientos alimenticios a través del eje microbiota-intestino-cerebro. Se trata de un sistema de comunicación complejo entre tu intestino y tu cerebro. Tu microbioma puede producir diversas sustancias, como ácidos grasos de cadena corta y neurotransmisores, que afectan tu apetito y estado de ánimo. Por ejemplo, algunas bacterias intestinales producen moléculas que imitan las hormonas reguladoras del apetito de tu propio cuerpo.

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El nervio vago, que conecta tu intestino con tu cerebro, también juega un papel crucial en esta comunicación. Estudios recientes han demostrado que ciertos metabolitos producidos por las bacterias intestinales pueden interactuar con receptores en el nervio vago, potencialmente influyendo en tus comportamientos alimenticios.

Un metabolito en particular, el ácido quinurénico (KYNA), se ha encontrado en niveles más bajos en individuos con bulimia nerviosa, que involucra comportamientos de atracones. Cuando los investigadores administraron KYNA a ratones propensos a los atracones, redujo su preferencia por la comida apetitosa y la ingesta total de calorías.

Estudios de imagen cerebral han revelado que las personas con BED muestran diferencias en la actividad cerebral, especialmente en áreas involucradas en el procesamiento de recompensas, la motivación y la toma de decisiones. Estas diferencias podrían explicar por qué las personas con BED tienen antojos de comida más fuertes, toman decisiones más arriesgadas en torno a la comida y tienen dificultades para controlar su alimentación.

“La evidencia emergente corrobora la noción de que la disbiosis del microbioma gastrointestinal y sus metabolitos, la alteración del eje intestino-cerebro, así como el mal funcionamiento de los circuitos centrales que regulan la motivación, la ejecución y la recompensa, contribuyen todos a la patología de los atracones”, explicaron los investigadores en Gut Microbes.