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Los astronautas de la NASA Suni Williams y Butch Wilmore regresaron a la Tierra después de una estancia inesperada de nueve meses a bordo de la Estación Espacial Internacional.
Crédito: X-@MosheDe_
Para la mayoría de nosotros, flotar por el espacio y contemplar la Tierra suena como un sueño.
Pero para astronautas como Suni Williams y Butch Wilmore, que regresaron recientemente de una estancia inesperada de nueve meses a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS), la experiencia también conlleva graves consecuencias físicas.
“El espacio es, con mucho, el entorno más extremo al que los humanos se han enfrentado”, dice el profesor Damian Bailey, experto en fisiología de la Universidad de South Wales. “Simplemente no hemos evolucionado para hacer frente a ello.”
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Los efectos de la gravedad cero en el cuerpo humano
La ingravidez puede sentirse emocionante al principio, como unas vacaciones prolongadas, según el astronauta británico Tim Peake, pero la falta de gravedad hace que el cuerpo pierda rápidamente fuerza y resistencia.
En el espacio, no es necesario mantenerse erguido ni soportar tu propio peso, lo que provoca una rápida pérdida de masa muscular. Como lo expresa el profesor Bailey: “Es simplemente un caso de úsalo o piérdelo”.
El impacto del espacio en los músculos, los huesos y la salud del corazón
Aunque flotar dentro de la ISS pueda parecer fácil, tu cuerpo está deteriorándose silenciosamente. Sin gravedad, ni siquiera tu corazón y vasos sanguíneos tienen que bombear contra la atracción de la Tierra, por lo que se debilitan con el tiempo. Lo mismo ocurre con los huesos, que se vuelven frágiles y pierden densidad porque ya no están bajo una carga constante.
Los astronautas en el espacio pierden alrededor del 1 por ciento de su masa muscular y ósea cada mes, lo que lleva a los expertos a compararlo con un ‘envejecimiento acelerado’. Para cuando regresan a casa, los astronautas a menudo necesitan ayuda para ponerse de pie y caminar, como se vio cuando Williams y Wilmore fueron ayudados a salir de su cápsula y subidos a camillas.
Por eso, los astronautas van al espacio en óptimas condiciones físicas y siguen una estricta rutina de ejercicio mientras están a bordo de la ISS, incluyendo dos horas al día de correr en la cinta, andar en bicicleta y entrenamiento con pesas.
Aun así, como explica la Dra. Helen Sharman, la primera británica en el espacio, la recuperación no es algo rápido. “Puede llevar meses recuperar la masa muscular y años reconstruir los huesos, e incluso entonces, algunos cambios en la estructura ósea pueden ser permanentes”.
Más que solo músculos: cómo el espacio altera todo el cuerpo
Los efectos de la microgravedad no se detienen en los músculos y huesos. El vuelo espacial remodela el cuerpo de formas sorprendentes, desde desplazar los fluidos hacia arriba, dando a los astronautas el clásico aspecto de ‘cara hinchada’, hasta alterar su microbioma intestinal.
Tal vez lo más preocupante sea la presión que esto causa dentro del cráneo, lo que lleva a cambios en el nervio óptico y la retina, y contribuye al misterioso ‘síndrome neuro-ocular asociado al vuelo espacial’. En algunos casos, los astronautas experimentan visión borrosa o daño ocular a largo plazo.
El equilibrio es otro problema. La microgravedad distorsiona el sistema vestibular, la estructura del oído interno responsable de la orientación espacial. Sin el concepto de arriba o abajo, los astronautas a menudo se sienten desorientados tanto en el espacio como una vez que están de vuelta en tierra firme.
“Los primeros dos o tres días de regreso a la Tierra pueden ser agotadores”, admite Peake. “Te sientes mareado, débil e inestable mientras tu cuerpo intenta readaptarse”.
Para Williams y Wilmore, el camino hacia la plena recuperación acaba de comenzar, pero su historia es un recordatorio de que la vida en el espacio está lejos de ser sencilla.