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Parte de las protestas contra Bruselas por no imponer una Zona de Bajas Emisiones (LEZ) en sí misma.
Crédito: Bruxsel’air
En un giro que hace rodar los ojos a los concejos municipales europeos, a los ambientalistas y quizás incluso a Kafka, Bruselas, el corazón palpitante de la Unión Europea, ha detenido la introducción de una Zona de Bajas Emisiones (LEZ) a pesar de la insistencia de la Comisión Europea en que todas las ciudades con más de 50,000 habitantes limpien su acto y prohíban la entrada de coches antiguos a sus centros.
El mandato, parte del ambicioso recorte de la contaminación urbana de la UE, ha llevado a ciudades desde Lisboa hasta Liubliana a implementar restricciones generalizadas a los vehículos que podrían no cumplir con las restricciones de emisiones, sin importar el tamaño del motor. Sin embargo, en el propio patio trasero de la Comisión Europea, los humos de escape todavía persisten.
La Comisión Europea, con sede en Bruselas, ha estado exigiendo a los Estados miembros que apliquen LEZs, amenazando con multas por incumplimiento. Con una población de más de 1,2 millones en su área metropolitana, Bruselas supera cómodamente el umbral de 50,000, por lo que uno podría asumir que la ciudad sería un brillante ejemplo de la política que quería que otros adoptaran. En cambio, se ha convertido en un gemido de frustración.
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Excusas del consejo de Bruselas por no implementar LEZ
Los funcionarios locales citan una larga lista de excusas: dolores de cabeza logísticos, disputas políticas y el clásico de todos los tiempos, ‘se necesitan más estudios’. Mientras tanto, los residentes esquivan los humos diésel de los diputados europeos que pasan zumbando en coches con chófer y taxis desde el aeropuerto de Bruselas todas las mañanas. Dicen que no podrán implementar ninguna LEZ durante al menos otros dos años.
Los ambientalistas no están muy contentos. ‘Es absurdo’, dijo Marie Leclerc, una defensora ambiental de Bruxsel’air. ‘La UE le dice a todos los demás que descarbonicen, pero su propia capital no puede ponerse de acuerdo. Es como un chef que no se come sus propios platos’.
El retraso no ha pasado desapercibido con protestas a las puertas del consejo de Bruselas por parte de los residentes locales hartos de que la CE haga la vista gorda ante el incumplimiento de sus propias normas en su propia puerta.
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