Lady Gaga: Reseña de enfermedades – un regreso a la forma y a su sonido clásico | Lady Gaga

Hasta ahora, 2024 ha resultado ser un año decididamente mixto para Lady Gaga. Por un lado, su dueto con Bruno Mars, Die With a Smile, fue un gran éxito mundial: nueve semanas después de su lanzamiento, todavía se mantiene en el Top 3 del Reino Unido y es la segunda canción más reproducida en el mundo en Spotify. Pero luego estuvo el desastre de Joker: Folie à Deux, y su álbum acompañante Harlequin fue lanzado con una respuesta crítica y comercial muy discreta. Gaga ha hecho un trabajo impresionante llevando a su audiencia a lo largo de un enfoque ecléctico del pop en el que el synthpop artístico coexiste junto al soft-rock de estadio, el Americana con influencias country y el jazz vocal, pero parecía haberlos perdido finalmente: un tercer álbum de estándares, esta vez sin su difunto compañero de dueto Tony Bennett, y aliado a uno de los mayores fracasos de taquilla del año, aparentemente resultó ser un paso demasiado lejos.

Quizás pueda rectificar las cosas con Disease, una canción que ignora el hecho de que sus mayores éxitos en los últimos años han sido baladas de poder, no solo Die With a Smile sino también el éxito de ventas Shallow de 10 millones de copias, y la devuelve a territorio Gaga de antaño. Ciertamente, sus seguidores parecen pensar que puede hacerlo. En cuestión de horas desde que se lanzó el sencillo, uno de ellos había generado tanta emoción que publicó un ensayo en línea de 1,500 palabras comparando sus letras con Sylvia Plath, Baudelaire y los sonetos de John Donne, lo cual incluso aquellos impresionados con el enfoque sexualmente directo de su estribillo – “te acuesto como uno-dos-tres, tus ojos se vuelven hacia atrás en éxtasis” – podrían considerar que es adornar un poco la realidad.

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Pero no hace falta ir tan lejos para pensar que Disease podría haber encajado perfectamente en el álbum debut de Gaga, The Fame. Involucra sintetizadores efervescentes y distorsionados tocando acordes menores oscuros; un ritmo de cuatro tiempos machacante y ligeramente industrial; voces en el modo estridente e imperioso de Poker Face o The Cure; y letras que, si bien no se parecen mucho al trabajo de los poetas metafísicos, parecen un poco dominantes: “Gritando por mí, mi amor, como si fueras a morir”.

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Está muy bien producida, y si la canción no tiene la innegable calidad de clásico instantáneo de Bad Romance – le falta el elemento de sorpresa que se encuentra en el brillante cambio melódico y tonal de las oscuras estrofas al soleado estribillo al estilo de Abba de esa canción – su excesivo sonido y estado de ánimo logran evocar recuerdos de la Gaga de finales de los 2000 y aún encajar con el caótico clima pop post-Brat. Lo cual tiene un tipo de sentido tenue: a su llegada, con sus vestidos de carne y shows en vivo inspirados en el arte de performance del centro de la ciudad ligeramente caóticos y salpicados de sangre, Lady Gaga se sintió como una fuerza disruptiva, su efecto de sacudida de jaula en el pop no estaba a millones de millas de distancia de lo que Charli xcx hizo este verano.

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