La campaña ‘ReArm’ de la UE destaca la necesidad de que los eurodiputados supervisen los movimientos de poder de la Comisión.

El Consejo Europeo celebró una cumbre de emergencia el 6 de marzo para buscar consenso en apoyo a Ucrania y trazar el futuro de la defensa en el ‘Viejo Continente’.

Enfrentándose a un paraguas de seguridad estadounidense que se desvanece rápidamente en la era de Trump 2.0, el Consejo Europeo celebró una cumbre de emergencia el 6 de marzo para buscar consenso en apoyo a Ucrania y trazar el futuro de la defensa en el ‘Viejo Continente’. Presentado por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, los líderes de la UE en la reunión adoptaron un plan propuesto de €800 mil millones de ‘ReArm Europe’ para aumentar el gasto en defensa, un esfuerzo que la jefa de la UE calificó como “un momento crucial para Europa”.

Sin embargo, aunque este derroche de gasto unido ha sido celebrado por algunos, como el presidente francés Macron, un defensor de la defensa europea desde hace mucho tiempo, otros países de la UE, incluidos Polonia y Finlandia, temen un intento de la Comisión de centralizar el poder en defensa, una responsabilidad nacional celosamente guardada. Los líderes y diplomáticos de la UE que disienten ven el paquete ‘ReArm’ como el último ejemplo de centralización de poder y exceso que han caracterizado el mandato de von der Leyen.

En los últimos años, una serie de controversias han revelado la extensión del proceso de formulación de políticas opaco y de arriba hacia abajo de la Comisión y sus consecuencias significativas, una situación que requiere que el Parlamento Europeo intensifique su papel como el único órgano democráticamente electo y representativo que defiende a los ciudadanos de la UE.

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Una tendencia preocupante que emerge

Reflexionando sobre el estilo de ejercicio del poder de la jefa de la UE, un diplomático de la UE comentó recientemente que “la secrecía y el control resultarán ser sus mayores debilidades”, mientras que otro diplomático afirmó claramente cómo “Covid y la crisis de Ucrania han demostrado” a von der Leyen que puedes “saltarte todos los procedimientos, leyes y reglas… concentrar todo el… poder que puedas y aún así te aplaudirán por ello”.

Durante la pandemia de Covid-19, von der Leyen enfrentó quizás el mayor escándalo de su primer mandato, apodado Pfizergate, por pasar por alto a los Estados miembros de la UE para negociar compras de vacunas, lo que le valió un fallo de mala administración en 2022 por parte de la entonces Defensora del Pueblo Europea, Emily O’Reilly. Más tarde, lideró la carga en sanciones y entregas de armas para Ucrania, ganándose el apodo de “Reina Ursula”.

Los movimientos iniciales en su segundo mandato sugieren que poco ha cambiado. El 26 de febrero, la Comisión presentó su ‘proyecto de ley omnibus’, un paquete amplio de desregulación sobre normas ambientales y de sostenibilidad corporativa, sin una consulta adecuada, provocando una fuerte reacción. Los críticos han criticado tanto su publicación repentina como los drásticos retrocesos ambientales en la versión inicial. Además, los planes de von der Leyen de vincular el acceso al fondo de €1.2 billones de la UE para 2028-2034 a nuevas reformas económicas han provocado indignación basada en la soberanía en las capitales nacionales.

Mientras tanto, el lanzamiento retrasado de la ‘Brújula de Competitividad’ de la Comisión debido a la falta de voluntad de von der Leyen para delegar durante su hospitalización en enero, una estancia que provocó fuertes críticas debido a las comunicaciones deshonestas de su equipo sobre el incidente, subraya aún más la cultura de centralización y secreto con su Comisión.

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Fracaso emblemático de la trazabilidad del tabaco de la Comisión

En los últimos días, las preocupaciones sobre la apropiación de poder de la Comisión para el gasto en defensa han sido notablemente validadas por un nuevo informe del Tribunal de Cuentas Europeo que advierte que el Fondo de Recuperación y Resiliencia (FRR) de la Comisión, el bote de €648 mil millones de la UE post-Covid, ha sido golpeado por corrupción, fraude y conflictos de interés, notablemente facilitados por la incapacidad del ejecutivo de la UE para “garantizar que los Estados miembros establezcan controles efectivos de contratación pública”.